domingo, 5 de febrero de 2017

La chica del charco, capítulo 5

Estaba aburrida de esperar, hoy se que Elinne no vendrá, tenía que ir a la biblioteca y buscar algo sobre mi.
No sé porqué lo hace, si no se ni yo de donde vengo, bueno sí, del charco, creo que Elinne se hubiera reído diciendo que acababa de hacer un "chiste".
¿Que puedo hacer mientras? Si aquí nunca pasa nada y menos aún personas, aunque mejor que no pasen, me vería en una situación bastante embarazosa.

Pasaron las horas y yo me había leído el libro de las hojas gruesas que me había dejado. Empezó a oscurecer y la verdad que había sido un día bastante aburrido sin Elinne.
Quien me iba a decir que me aburriría tanto sin la compañía de ella, aún habiendo pasado toda mi vida sola y sin problemas y en tan poco tiempo está humana de corta edad acapararía mis pensamientos de una manera tan viva.

En mi soledad pensé que tenía que hacer algo, así que me dirigí hacia la entrada del callejón para ver cómo era esa visión que pude ver el otro día, a la luz de la luna.

Cómo pude con mis cortas piernas y mis pocas habilidades para andar, fui hasta allí, me quedé impresionada de volver a ver aquellas casas y sus árboles en la oscuridad de la noche, pero lo que más me gustó e impresionó fue el como salía luz desde esos pequeños huecos en las casas, que según Elinne se llamaban ventanas y eran para poder ver lo que había fuera sin tener que salir y para que entrara el viento y el sol por las mañanas.
Estaba absorta viéndolas, en vez de abrirlas para que entrara el sol, parecía que el sol estaba encerrado dentro y quería salir.

No vi a nadie por las calles y creo que eso me envalentonó bastante. Decidí dar el siguiente paso, ir más allá de la entrada del callejón.
Poco a poco fui saliendo y me dirigí hacia una de las puertas, tenía unos arbustos que para esconderme por si venía alguien me podría esconder.
La luz de las ventanas me llamaban la atención y quise mirar.
Me acerqué a una de ellas e intenté asomarme...
Me fue imposible, para mi estatura estaba muy alta, pero vi una bicicleta, Elinne me dijo para que servía y me enseñó dibujos.

Cogí y arrastré la bicicleta hasta ponerla debajo de la ventana y cómo pude intenté subir. Mis pequeñas y gruesas piernas no daban para mucho, pero mis delgados y ágiles brazos, sí.
Una vez alcanzada la ventana pude ver su interior.

Era una estancia pequeña como mi charco, pero cuadrada como el resto de la casa, del techo había algo colgando de donde salía la luz e iluminaba la habitación. Y había muebles como los que me había enseñado Elinne en sus libros.
Había alguien allí, del tamaño de Elinne, supuse que serían de casi la misma edad.
Estaba mirando una caja donde en su interior se movían cosas, supuse que esa sería la televisión, como me enseñó mi amiga.
El chico no dejaba de mirarla, cuando percaté de movimiento en otro lado de la sala, estaba sentada en un sillón, con libros en sus manos.
Era más grande que Elinne y el chico de la televisión, me asusté.
¿Tan grandes pueden ser? No creí que llegaran a ser tan altos, me incomodé mucho y decidí volver a mi charco.
Mi pequeño y húmedo charco, donde me sentía protegida y oculta.

Estaba deseando de ver a Elinne, tenía que preguntarle muchas cosas.

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