sábado, 16 de julio de 2016

La chica del charco, capítulo 3

Después de haber aprendido que el papel se deshace en el agua y se van esos pequeños dibujos que según Elinne se llaman letras y que con ellas se forman palabras y con esas palabras se hacían frases que era igual que hablar pero guardadas en esas hojas de papel.

Yo no sabía "leer" esos pequeños dibujos, Elinne me dijo que me enseñaría, pero lo veo muy difícil, son muchos de esos dibujitos y cuando se agrupan esos dibujitos cada uno suena diferente, cuando los leía Elinne sí sabía lo que era, como mesa, charco, cabello, ojos, pero yo buscaba esas cosas en las hojas de papel y no las veía.
Me dijo que el truco era aprender el sonido de cada dibujito pequeño, como "J" que sonaba a jota y se dibujaba como un palote con sombrero, o la "A" que sonaba a "a" y no era tan complicada, era como una casita dibujada por un niño.
Una vez aprendido como se dibujaban y como sonaban, podía juntarlas y crear "la palabra" y con la palabra podía por fin ponerla en una hoja de papel para que durara siempre, aunque las palabras de aquel librito no duró para siempre por mi culpa.

Me llevé toda la noche pensando cómo sería encontrar de esa manera, con las palabras, algo de mí, como me había comentado Elinne, que cerca de allí había una casa con muchos cuadernitos como el que me había dejado y donde contaban sin hablar muchas historias.
Algunas eran ciertas de gente que quería que su historia fuera escuchada y leída durante la eternidad y que otras eran inventadas para dar emoción a las aburridas vidas de las personas.

Aún así no creo que en ningún cuadernito de esa casa repleta de ellos pudiera encontrar algo sobre mí, simplemente porque yo era la única por aquel lugar que vivía en un charco y era de color diferente a los demás, y que no sé "leer, ni escribir" así que yo no he podido poner nada sobre mí.


Me desperté al ruido de unos pasos acelerados acercándose al charco, sabía ya quien era y sabía que vendría con algo nuevo para mí.

 - !Princesa, Princesa!

* Buenos días Elinne

- Buenos días Princesa, hoy te he traído un libro de cuando era pequeña, cuando estaba aprendiendo las letras, tiene muchos dibujos y muy grandes, para que sepas que es cada palabra.

* Oh, gracias, pero no sé cual es cual.

- No te preocupes, tú solo ojealo por encima y no lo metas en el agua, que aunque sus hojas son más gruesas tambien se estropean.



Dicho eso me miró con cara de burla y risa, yo sonreí comprendiendo que me había hecho una broma.
He de reconocer que no sabía lo que era una broma, ni que significaba, tuvo que regalarme un par de horas para explicarmelo y decirme que era una cosa que sonaba mal y que era ofensivo pero que era mentira, que solo era para hacer reír.


* De acuerdo Elinne, no lo meteré en el agua esta vez, saldré fuera y lo miraré y una vez hecho lo esconderé detrás de esas cajas que hay en el rincón.

- Buena idea Princesa, yo iré a la escuela, pero al salir no me pasaré por aquí.



La miré con cara extrañada, he de reconocer que saber que no vendría a visitarme me ponía triste.



- No me mires así Princesa, del cole iré otra vez a la biblioteca, quiero mirar en la parte donde hay cuentos infantiles, por si un casual hay alguno que hable de una chica que puede vivir dentro de un charco, algo nos puede ayudar.

* Ah, vale, ¿si encuentras algo me lo contarás?

- Claro que sí, tonta, pero hoy no podré venir, ya no te podré ver hasta mañana.

* No te preocupes, me encontrarás aquí, no me iré del sitio.

- ¡Has hecho una broma! jajajaja, que rápido aprendes Princesa, entonces hasta mañana, espero encontrar algo más que los cuentos de Caperucita roja.

* Hasta mañana Elinne.


Y ví como se marchaba igual de corriendo de como había venido.
Vaya, había hecho una broma, o un chiste, según decía Elinne.
Me sentía orgullosa por haberlo hecho, eso significaba que ya iba aprendiendo como funcionaban los humanos, y como hablaban.

Pasé el resto del día mirando el libro que me había dado Elinne, era muy grueso y pesaba a pesar de ser pequeño, cada hoja era como muchas hojas del otro libro juntas.
En una de sus gruesas hojas había una casa dibujada, y una serie de dibujitos abajo que supuse que eran las letras, pasé otra hoja y ví un árbol, luego un perro y así unos cuantos dibujos más.

Cerré el libro, y lo escondí detrás de la caja que había en el rincón de la callejuela, como le prometí a Elinne, iba dispuesta a meterme en mi charco, pero la curiosidad me picó.

Elinne me contaba que más allá de esta callejuela había más calles y más grandes y que también había casas como la del callejón, pero estaban por todos lados. He de reconocer que nunca había salido del charco y mucho menos del callejón, así que decidí recorrer el callejón hasta el lugar por donde venía Elinne cada día.

Asustada fui poco a poco andando hasta la boca calle, iba pegada a la pared, tenía pies como Elinne, pero nunca los había usado en un recorrido tan largo, y me notaba que no me mantenía muy recta cuando caminé hasta allí.
Me aseguré que estaba anocheciendo y que no habría muchos humanos cerca de la entrada al callejón.
Cuando llegué a la bocacalle, pegada como un reptil en la pared, me asomé con cuidado para ver con mis ojos lo que tanto me contaba Elinne.
Cuando alcancé la vista tan esperada mi corazón palpitó tanto que pensé que me iba a caer, aquello era enorme, era descomunal, la calle que atravesaba era tres veces más grande que el callejón donde siempre había vivido, había muchas casa, unas pegadas a las otras, había plantas, de colores que nunca había visto, podía ver el cielo en toda su grandeza.

He de reconocer que sentí alegría, desconcierto, miedo, excitación y muchas cosas más a la que no sabía poner nombre.
Con la respiración aún entrecortada, me volví hacia mi charco, más lenta de lo que en realidad quería ir, una vez que llegué me metí en mi charco, ese pequeño mundo que sí conocía como la palma de mi mano.
Intenté dormir, pero lo que había visto era más fuerte que mis ganas de dormir.
Creo que fue muy tarde cuando el cansancio me arropó, estaba deseando ver a Elinne para que me contara más cosas de su mundo, lo que ví me gustó y me aterró, pero aún así fue extraordinario.


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